Fotografía: E. Fernández
La Mella
En Jaén hay una montaña que se le cayó un
diente de leche y así quiso quedarse.
Metáfora, alegoría, recordatorio
permanente para los que recuerdan el primer beso, la promesa que se hizo
olvido, las palabritas que juraban que no habría otros labios de primavera, ni
de miel, ni siquiera de torrijas caseras.
Tampoco faltaría la ilusión de volar
escribiendo. Quedar transíos por un amanecer, soleá del que a solas
canta sus fatiguitas escondidas, dormir sin pijama…
Esa montaña en sus venas encierra todas
las faltas de los que por esta vida andan.
Recuerdos, y pellizcos a la
barra de pan, mirinda de naranja, mentirijillas de limón.
Al hacerse de día apareció en sus faldas
calizas un cartel que no ponía Holiwood, era muuucho más largo:
“Ahhh, la magia de los perdedores, siempre
les faltará un trozo de tarta, pero no de ilusión, de sueños… sentaros aquí
conmigo”.
Lágrimas amantes convertidas en misterio,
manantial Caño Quebrao; quebrao como el corazón, como el tallo de una flor,
como 2/3, como el que come solo espagueti; fué diosa, cielo, tierra, ambrosía,
música, licor y todo lo dejó.
Brisa de oriente que abanica el alma entre
pinares, masaje en la espalda, bálsamo del tiempo.
Decid a los naranjos de la Plaza de San
Bartolomé que sufro su ausencia, y la distancia, y el recuerdo de sus palabras
de azahar, su mirada de ojos verdes y la fuente donde el pelo me mojé y sentí
lo más bonito de la vida.
¡Ay!, La Mella hizo su llamada, y hubo respuesta
flamenca, duende de un toque por alegrías de la guitarra de José cuando está a
gusto; jamón del güeno, queso del Gorrión, cerveza El Alcázar; risas
de los mojitos y miradas al infinito.
Por Abril se habla a los árboles y a la
fuente; se recita el mensaje de la montaña para sus naranjos.
No prometo nada, pero un día, un día,
habrá un naranjo junto a ella. Aunque sea en una maceta.
José Miguel Prieto Palomino
¡Bello y poetíco! ¿Cómo no, viniendo de ti?
ResponderEliminarUn abrazo.