CAFÉ DE SOBREMESA
Cuando Caridad y Lucía
entraron corriendo al comedor de la vieja casa se encontraron a Carmela ante la
taza vacía del café de la sobremesa.
-¿Por qué lloras,
abuela? –Preguntaron a la par, sobresaltadas, las chiquillas.
-Porque ya no sirvo para
nada. –Contestó la abuela mirándolas, pero con la vista y la mente en el abismo
del infinito. –Ya, soy incapaz de leer los posos del café.
Carmela había saltado ya
los ochenta años y tenía fama en el pueblo de leer el porvenir en los residuos
del café; así había sacado, desde siempre, una ayuda para el sustento familiar.
-¡Qué irritación,
abuela! –Dijo zalamera Caridad, la mayor de las chiquillas, secándole las
lágrimas que le anegaban las mejillas y besándola en las sarmentosas manos,
repletas de pulseras y sortijas. -Déjame a mí, a ver si he aprendido lo que me
has enseñado.
Con sumo cuidado,
Caridad, se acercó la taza y la escrutó concienzudamente; después clavó sus
grandes ojos en Carmela y le sonrió.
-Señora Carmela- dijo
muy ceremoniosa la chiquilla, -estos posos dicen poco de su futuro y mucho de
su pasado. Hablan de cómo te las ingeniabas con la comida y con la ropa para
poder llegar a fin de mes; hablan de cómo poco a poco la familia ha prosperado,
gracias al trabajo, sacrificado y continuo, que tu marido ha realizado. Habla
de las vacaciones en la moto por campings y playas. Hablan de tu salero y garbo
en los bailes de ferias y nocheviejas. Hablan de cómo para tu familia siempre
has sido el centro. Hablan en fin de los muchos años vividos, de todas tus
alegrías y también de las penas. Pero, claro abuela, tan sólo esas pocas motas
hablan de tu futuro; quizá ya corto, pero si tú quieres, dichoso y feliz
rodeada de tu familia y con el respeto y reconocimiento de todo el pueblo.
-Abuela, los posos de tu
café son los sedimentos de tu vida.
Francisco de Paula
Aguilar Barranco
CLARO PENSAMIENTO
Las clases destinadas a
mejorar sus textos eran cada vez más aprovechadas. Las ideas a
desarrollar se incrementaban. Creía que la entidad de sus relatos
rozaba la categoría de las novelas cortas. Según sus expresiones, en las
reuniones periódicas mensuales, manifestaba un progreso palpable como
escritor.
Cada mañana se levantaba
más temprano para desmenuzar las palabras con el diccionario. Las
palabras encontradas en escritos anteriores no eran lo precisas que su
experiencia le exigía.
Un día se despertó
plácidamente y vio todas las cosas en su sitio. Empezó a corregir frases y a
cambiar párrafos completos de su ubicación porque no eran cronológicos. Tendría
que releerlos, reordenarlos y tal vez suprimirlos de sus archivos. Incapaz de
producir ninguna violencia lingüística, exento de ambigüedad y recelo todo
estaba incólume, y mostró gran satisfacción. Se conformaba con su
descubrimiento. “Para qué seguir escribiendo, si todo lo importante ya está
dicho –reflexionaba —y solo hay que buscarlo en los archivos, en mis resúmenes,
en los libros de la biblioteca y entresacar, después, los pensamientos vitales
y filosóficos”.
Se encaminó hacia su
ordenador, que llevaba muchos años encendido, y se sentó ante él. Empezó a
borrar, uno a uno, sus archivos, no sin antes pararse a recapitular en lo que
originó cada uno de sus relatos: un deseo, una palabra o una idea primigenia.
Su decisión era ya imparable. Continuó con la tarea de eliminar hasta que la
pantalla quedó en blanco. ¡Qué bien!
Ahora descansaría y con
ánimo buscaría el sedimento para sus historias. Muy seguro de haber acertado,
era feliz.
Transcurrieron los años
y un día alguien se encontró toda su obra primitiva guardada
en el lugar esperado. A todo lo que fueron sus manos capaces de escribir,
diariamente, su hijo pequeño, le hizo dos copias de seguridad. Simplemente, por
prevención o pura mecánica.
Cristóbal Encinas
Sánchez
CAMINO AL COLEGIO
(Humedad y frío)
Huellas que
dejaron en mi mente y sedimentos que morirán conmigo.
En mi barrio en invierno, al agua salía desde un manantial por las rocas donde
todos los días cruzábamos para ir al colegio, otros niños los llevaban sus
madres y saltaban por las piedras puestas en mitad del cauce para que no se
mojaran, como nosotros íbamos solos cada día a las nueve y al cruzar nos
mojábamos esos calcetines grises de algodón que en mi época había, luego a la
vuelta, doce y media; otra vez nos mojábamos y a las tres de nuevo. Entonces no
había calefacción en la escuela, ni en casa por lo que todo el día se nos iba
con los pies mojados.
Esa sensación para mí imborrable, cuando hay humedad y lluvia; mi cuerpo, mis
pies y mi mente sienten el frío y la humedad de mi infancia, un sedimento
incrustado para siempre.
Carmen Buitrago Jiménez
Zarpando desde la costa
más lejana, navega entre tinieblas. Surge premonitoria y definitiva la
oscuridad que alcanza a la vida, finalmente vencida, tras una fuga inquietante.
Ataudes llenos de
ilusiones apagadas antes del alba. Inhumadas las esperanzas y los deseos
insatisfechos que la negra tierra devora.
Tierra baldía, regada
con lágrimas después del invierno, que hará brotar dulces recuerdos de palabras
que acariciaron corazones. Recuerdos que al resurgir eternizan a quienes ya no
están. Cenizas que desde su oscura y fría existencia, vuelven a renacer
transformándose en ambrosía para el alma de los que quedaron.
Sedimento de los que se
fueron, legado a quienes continúan el viaje.
Juan A. Castillo
EL EQUIPAJE
Preparó dos mochilas. En una metió la ropa y otros enseres que le serían de
utilidad en el viaje. En la otra, todo aquello que le había enseñado su padre.
Una serie de ideales de los que no debía desprenderse si quería triunfar en la
vida.
Valor
para afrontar las adversidades. Optimismo para mirar al futuro con esperanza.
Generosidad que compartir con los demás. Esfuerzo con el que lograr cuánto se
propusiera. Y sobre todo, amor, a fin de sembrar a su alrededor felicidad,
compañerismo y amistad y evitar odio, envidias y rencores.
Sabía
que el camino no resultaría fácil. Aún así, estaba convencido de que la mochila
que encerraba los sedimentos heredados de su progenitor, le daría la fuerza y
el coraje necesarios para llevar una vida honrada, plena y feliz.
Se
secó las lágrimas, consciente de que ese día comenzaba el cambio generacional
Su padre ya no le vería llegar a lo más alto. Puede que ni él mismo
alcanzara su objetivo. Lo que tenía claro es que trasmitiría todos aquellos
valores a su hijo, a fin de que la memoria y el nombre de sus antepasados se
perpetuaran en el tiempo.
Cristina Piñar
Morales
AÑORANZA
Esta pena que me inunda
Este sin sentido
Este amor que me sobra
Este desatino.
Nunca supe, de donde
venia
a donde iba
que sentido daba a mi
vida
a mi persona.
Aquí y ahora, hay
soledad
tanta que duele
fue tu sedimento,
el poso de tu semilla
alcanzó el alma
y el corazón ahí quedó.
El residuo de tu vida
se me incrustó.
María Jiménez
Rámirez
TIEMPO, VIDA, AMOR…
En
lo más profundo de su alma, donde guarda los secretos más íntimos,
se
ha depositado todo lo vivido junto a él, como posos milenarios.
Hoy
le mira por encima de las gafas, mientras deja su labor sobre la mesa camilla.
Sus ojos se detienen en las manos, dos palomas blancas, que en las noches de
estío, sobrevuelan esa luna de cristal, que oculta, vive entre sus pechos,
luego en su boca…Por entre la comisura se le derrama una letra, y luego otra, y
otra..., hasta formar un te quiero, que ella recoge al instante, entre
malabares, para evitar que quede perdido en el vacío. Entre complicidades, se
lo devuelve en un tierno beso.
Consuelo Galiano
Santiago
lA GEOGRAFIA DE SU PIEL
El
espejo deja ver por entero su figura. Se detiene. Se contempla de arriba abajo,
y ve a una mujer de líneas onduladas como el mar.
―Eres guapa, —Le dice él.
Ella calla.
―No lo soy, simplemente
estoy viva, ―le responde con una sonrisa silenciosa.
Vuelve a fijarse en esa otra hembra que se muestra
frente a ella, y comienza a acariciar con las yemas de los dedos, ese frágil
continente que es su piel. Sinuoso y delgado trazo que se recorta en la luna
del cristal. Bajo él, se ha ido archivando la memoria de siglos vividos: dolor,
placer, ausencias, reconocimiento, soledad, lascivia, libertad…
Estratos tatuados con historias de vidas pasadas, que
a falta de vivencias propias, se dejaban vivir, y que se hacen presentes cuando
la caricia se acerca a ella.
Piel de todos los tiempos, jeroglífico mudo, instalada
en su geografía de mujer, que muestra cuando se lo piden. Tiene ademanes de
princesa antigua, tímida y lujuriosa. No desea esperar, ahora juega a sentir.
Regresó el deseo de ser y con él, el de estar.
Olvidado el pasado, el miedo y la intransigencia,
ahora sabe que la piel confirma su estancia en la tierra. Quiero, puedo, soy…
Viento, tierra, agua, árbol, río, piedra.
Tan solo espera que unos delicados dedos traspasen los
límites de su cordura, y la eleven a un mundo de placer desconocido en el que
el único rezo sea rogar por no morir dejando ese último beso tatuado en la
geografía de su piel.
Juana Lombardo González
SEDIMENTO
Acaba mi camino,
me hundo,
seré eterno.
Está mi destino
en el fondo profundo,
seré sedimento
¡Yo! Que fui montaña
y toqué el cielo,
hoy no soy nada
sino polvo marinero.
Yo… que surqué el Rio
de La Vida
y en él quise viajar,
que rechacé sus
orillas
por morir en el Mar.
Jorge Expósito Serrano
OBJETOS
PERSONALES
Toda
ella intemporal, en silencio, con el pasado y el presente bajo los pies,
y acomodados los espacios alrededor de su habitación, fue deshaciendo el
nudo del tiempo que diluido ahora en su vida podía
seccionarlo en muchas partes de un todo.
Al
fondo, muy al fondo de ella recogió el primer recuerdo en la distancia, aquel
que mostraba sin aristas el miedo infantil lleno de estrellas y de lágrimas con
una luna redonda como centro de una espiral de recuerdos que
flotaban como sedimentos en su memoria. Giraban entonces
fotografías de diferentes instantes que se hilvanaban en grandes trazos
de imágenes que crecían con ella y junto a ella.
En
otra parte acomodó un frasco de cristal con un puñado de arena y
algunas piedras pulidas que trajo de la orilla.
Había
también cartas manuscritas que recorrieron
trayectos de cariño y que duermen dobladas en un cajón
acompañadas de hojas que cayeron un otoño. También
coleccionó palabras obsoletas que anotaba en una
libreta y añadía personajes femeninos que la historia devoró con el
olvido.
En
la estantería amontonaba libros como fósiles
de otra época que llegaron rescatados de nostalgia. Y en ese bucle
inquieto de evocaciones, el espejo de su cuarto le devolvió
ondulitas de piel sobre su cuerpo, que pronto anunciaría el final de una
etapa para comenzar otra, de caminos ya conocidos, de objetos
que se salvaron a pesar de los años transcurridos, incluso ella
quedaría erosionada, como un guijarro en el ciclo natural de las
estaciones.
Encarni Fernández
Sánchez
LUZ EN EL FONDO
Era muy niña,
con un corazón pequeño, repleto de soledad y miedo. Quería vivir, quería jugar,
quería ser ella, y a su alrededor solo halló sentimientos y recuerdos que no le
correspondían, y uno a uno se fueron posando en el fondo de su alma, y allí se
quedaron para marcar su vida.
Dentro de ella
quedó un vacío, una herida. Quería salir, quería curarse, necesitaba esperanza
y amor.
Algún tiempo
después reconocido su mal. Decidió salir y afrontar el dolor. Al fondo veía
luz, quería ir hacía ella. No pretendía otra cosa que hallar, con qué completar
ese hueco y ese corazón, y plantar allí el amor.
Juani
Rodríguez López
RETAZOS
DE ALGO QUE UNA VEZ FUE
Cada uno de los segundos que del tiempo se
descuelga canalizaba aquellos desechos fragmentados hacia otra esfera, la del
recuerdo. Así se deslizaba en su vivir diario, un zig-zag sin sonido
y mudo, volátil...
Memoria henchida, estrecha de oquedad pero
hueca.
Agujereada de vida presente.
Cada gota sudada que una vez vivida
abandonaba su cuerpo para no volver nunca se reformaba de nuevo en esos
sedimentos…
Si miras al horizonte, por encima de
aquellas rocas
.... allí.....
fue donde quedaron los restos
después de que el meteoro se ensañara con su alma. Olvidaron el cuerpo y
con el paso del tiempo la naturaleza se encargó de hacerlo suyo.
Sonia Mena Delgado
SEDIMENTOS
Aturdido por la mezcla de tragedias y de logros, de caos y de razones,
de impulsos y retrocesos, de vida y de muerte.
Desconocido, enigmático, imprevisible, desubicado.
Rebuscando en el magma retorcido por mil dudas,
escudriño con desvelo la razón de mi existencia.
Me sorprendo diluido en mil sedimentos,
cincelado por avatares intemporales,
configurado por el peso dolorosamente indoloro del tiempo y de los hombres,
amalgamado con mil aportes en pugna, excluyentes,
complementarios y aglutinantes.
Me aferro, como a tabla de naufrago, al mestizaje,
poso de hombres, de agua, de piedras, de razas, de tierra primitiva,
y vomito la pureza, instrumento destructor y vengativo de perversos y justicieros dioses.
Vomito la pureza.
Carlos Peris
SEDIMENTOS
Nos
conocimos a fondo en el aseo de una discoteca. A fondo. Después me invitó a
otra copa, bailamos, podrías ser mi hija decía, ¿salimos a la puerta a fumar?
en estas me besa hasta la boca del estómago, me invita a otra copa, ¿te estudio
o te trabajo? me gustaría poder decirle a mi mujer pero mi mujer es una puta
frígida, ¿bailamos?, pequeño bombón decía y bailábamos, me soba la entrepierna,
le digo está amaneciendo, me ofrece churros, le digo no, ya está amaneciendo,
por fin se monta en el coche, lo llevo a mi apartamento y sé que me toma por
estúpida, qué se habrá creído esta carne de geriátrico, como todos, me digo,
todos los hombres son iguales me digo, pero sonrío, subimos las escaleras del
bloque, abro la puerta, en estas me besa, me muerde, me dejo entera y sin ganas
y entonces pienso en, entonces sonrío, ¿nos damos un baño juntos? le pregunto,
le parece bien, ve desnudándote yo ya mismo vengo, pienso en y sonrío. Sonrío.
Pequeño bombón, has tardado, me dice, pequeño bombón me digo, sonrío, el viejo
ya se ha metido en la bañera, está caliente, me dice, me acerco, sonrío, yo,
que vuelvo de la cocina con este cuchillo, cómo sonrío, puta frígida, como mi
mujer, se asusta, me grita y cómo sonrío, no lo hagas, no lo hagas, implora, a
la yugular, ya no me dice nada. Podrías ser mi hija, recuerdo. A la yugular.
Sonrío. ¿Nos damos un baño juntos? le pregunto, ya no contesta, me desnudo, me
meto con él en la bañera, está caliente, le digo y el muy cabrón ya no
contesta. Como todos. Dos semanas después no sé qué he hecho con el cadáver,
pero la sangre, a sangre fría, la sangre, reseca en las paredes de la bañera,
en los azulejos. En la hoja del cuchillo. Lamo el filo, me dejo entera, está
caliente, me digo. Sedimentos de lo que fue. Lo conocí como los conocí a todos,
a fondo, en el aseo de una discoteca. Bailamos.
Begoña Rosamarchita
SEGUNDA PIEL
Compartíamos
amigos y agenda, pero nunca habíamos quedado a solas.
Cierta expectación rodeaba
a aquella llamada inesperada y a aquella cita, propuesta y aceptada, sin más.
No
era una cita romántica: no tenía que medir las palabras; la sonrisa era franca
y la mirada abierta. Cada vez más cómodos, cada vez más cerca.
Los
labios se fueron liberando de palabras y el silencio se llenó de gestos.
Nadie
te había invitado, pero allí estabas tú: en la curva de sus labios; en la yema
de sus dedos.
Tú
incrustado en mi piel.
María del Rocío de
Vargas Aguilera.
SOPLO DE VIDA
Un
largo pasillo de baldosas blancas y negras, columnas de piedra que susurran los
secretos del pasado. Antes de entrar reza en voz baja, moja un dedo en la pila
bautismal y pinta en su frente con agua bendita. Cierra los ojos, camina muy
despacio, se le hincha el corazón, aprende a creer en el mundo que le rodea. Es
el único lugar donde consigue encontrar ese espacio suyo, oyendo como bisbisean
los ángeles desde lo alto. Pierde sus ojos hacia el centro del universo. Le
gusta cómo está formada la estructura, cada pieza que lo rodea, todas
debidamente colocadas, el olor del incienso…
En
una de las pilas bautismales encuentra el vacío de bendición. Sedimentos que ha
dejado el constante contacto de los dedos sedientos de fé.
Sara G. Martínez
SEDIMENTOS (Lodo, ya
sólido)
El
limo en el fondo de mi corazón le da un aspecto solemne. Quiero mantenerlo,
para recordar tu estancia allí, como agua que pasa y que deja su poso; primero
de pasión, después de amor y ahora... no sé que poso deja ahora. Me gusta
mirarlo e imaginar que volverás a dejar restos sobre mi, restos tuyos sobre mi
piel, restos del paso de tu vida, de nuestras vidas, si es que aun crees en
eso. La duda me impide sentir. Quiero tener fe, quiero tener amor, quiero tener
la certeza de que solo estás fuera, y que volverás a decirme a la cara que lo
nuestro tiene que terminar. Nunca aceptaré que no puedas volver del cementerio,
aunque sea solamente un momentito.
Fabián Madrid
NO SEAS SEDIMENTO
Se camino aunque
vayas descalzo, pronto tendrán alas tus pies, no seas sedimento del beso que no
rozó tu labio de arriba, sé el que sueña con besar el de abajo más…
gordito.
No seas los campos, ni
la fragancia, ni la libertad, ni las encinas, ni las nubes, sé
aceite virgen en la tostada de cada mañana.
En la silueta de Luna,
no seas sedimento de un deseo que no llega al kilo, en novecientos gramos se
quedó.
Sedimento que recoge el
acantilado de palabras, reflejo a media voz, orfebre de un deseo, cuenta
y aguanta.
Nunca sedimento de sus
sueños, se impronta flamenca en brisa de gin-tonic hielo y rodaja
con burbujas de limón, arranca al aire un quejío que
conmueva y descanse.
En los sabores,
sedimento de tus pucheros, caldicos que resucitan; se
me saltan las lágrimas cuando veo tus croquetas liás.
En las ilusiones,
sedimento de lo que escribes, rastro de una lágrima, sonido de tu nombre,
taconeo que dibujas.
Sé Sedimento de lo que
nunca llega, más real que la sal, el laurel y la nuez moscada.
Sedimentos de mi alma
todos los cielos que amanecen en el Bulevar.
Desde la primera vez que
te vi, existe tu sedimento en un cómo en un por qué…
Cuando llegue el último sedimento, ese que
nos hará polvo, diremos con el poeta, polvo de enamorao,
no temas, ahora empieza todo.
José Miguel Prieto
TRISTEZA
Hay momentos en
que la tristeza se acomoda, y te acompaña asiduamente según la situación por la
que estés pasando, y se hace perpetua, arrastra la alegría como el agua en el
cauce de un río y te hace olvidar los buenos tiempos de un plumazo, cuando
emerge en tu mente.
Siempre
está ahí; quieta, agazapada y crees que está ausente… de pronto aflora y ¡cómo
lo hace! con una fuerza lacerante e hiriente. Es cómo un sedimento que si lo
remueves sube a la superficie y se mezcla tanto que tarda en posarse de nuevo.
La
vida entremezcla estos sentimientos como el café con el azúcar, que si la
mixtura es homogénea te endulza muchos instantes y sin embargo, cuando se
deposita el azúcar en el fondo, el trago suele ser… amargo.
(Duende) Marina Ruiz
UNA PALABRA
¿Y
si te enamoras de mí? Mi pregunta te roza sin que te des cuenta, porque no eres
consciente de mi presencia. Yo soy una palabra con forma de cuerpo, que aletea
despacio a tu lado, sin saber cómo decirte que te quiero.
Me
vuelvo hacia ti para contarte que mi vida es sedimento de palabras. Con ellas
aprendí a llorar y reír, a odiar y amar. Ellas me enseñaron como acariciarte
con la voz, como besarte con la mirada. Las quise tanto que me convertí en una
de ellas.
Pero
cuando te conocí, me di cuenta que una palabra sola no sirve para nada.
Necesita oídos que la comprendan y un corazón que la cobije. Por eso permanezco
a tu lado, esperando que un día me descubras en tu silencio y te enamores de
mí.
Alicia
Hortelano