UN PRIMOR
La cogió del brazo
con fuerza y tiró de ella arrastrándola hasta la calle.
͟ ¡No me hagas esto más! ¿Lo entiendes, lo
entiendes?
͟ Perdona Juan, no ha sido así. No conozco a
ese chico. Miraba a Mónica que estaba detrás de mí - gritaba aturdida,
descompuesta, indefensa.
La bofetada sonó a
frío latigazo en la cara de Irene. Juan empezó a golpearla con rabia,
descontrolado, con el puño, con la rodilla, con el pie. Un golpe tras otro y
después otro y luego otros más. Gritos, sollozos, jadeos, mas gritos, ruidos sordos de golpes haciendo eco en las
paredes del callejón, mas gritos. Ya sangraba por varias heridas. Intentaba
sólo con sus dos manos protegerse el rostro, el vientre, las caderas, los
pechos.
Casi inconsciente,
hilvanándolas con un hilo de sangre, Irene dejaba escurrir de su boca embotada,
pesada y lentamente, las mismas palabras:
͟ No sigas Juan, ese chico ni siquiera me ha mirado.
Encendido, sin
control, salvaje, ciego y sordo pero terriblemente violento acompañaba sus
golpes con su enardecida muletilla macabra:
͟ ¡A mí no me harás esto nunca jamás, no me lo
vas a hacer, no me lo vas a hacer! ¿Lo entiendes?, ¿lo entiendes? Nunca, nunca,
nunca!
La policía pudo
comprobar que Irene, apenas sin respiración, seguía musitando:
͟ Ni -si-quie-ra -me –ha- mi-ra-do,- ni-
si-quie-ra- me- ha- mi-ra-do – ni- si-quie-ra
Le cerraron los
ojos y le abrieron el puño que mantenía fuertemente apretado. Custodiaba un
medallón en cuyo reverso pudieron leer: “Juan es un primor”.
Carlos Peris