Encarni Fernández Sánchez
"Desde niña
llevo grabado el sonido de las olas del mar, nací en Adra(Almería), una orilla en la que quedó
anotada parte de mi vida, escrita quizá
en la memoria del agua, y de la cual me
alimento para no olvidar mis huellas en
la arena. La otra parte de mi historia la acoge la tierra adoptiva de Jaén, en
ella escribo cada día con palabras de viento que mueven mis hojas desde las
raíces. Y tal vez, comencé a escribir
para ser sólo aire, ese que viaja
como la voz de mi abuelo Juan y me traía
los cuentos que, aún me acompañan para
imaginar que la vida también se respira
si abrimos los brazos y sujetamos
un arco iris."
LA COSECHA
Como cada tarde, cuando
los colores se van apagando en el cielo, Manuel
prepara la chimenea, la enciende y después de lavarse las manos se
sienta en su escritorio a emborronar una gastada libreta con todo lo que le ha acontecido en su trabajo diario. Ese día pensó en el poder que tenían las
palabras mientras plantaba en su parcela
unos cuantos caballones. Y
ahora, justo en el momento de su descanso, anotó en su cuadernillo la palabra surco, trazando con su lápiz cada letra hasta que
podía plantar toda clase de semillas en una hoja de papel y que con el tiempo
cubrirían un vasto campo de caracteres.
La tinta se encargaría de buscar
las raíces en el pliego y crecerían con sus tallos más largos entre aquellas
palabras que se aventuraban a elevarse
hacia los espacios en blanco, sería allí donde darían sus frutos- pensó
Manuel.
También por la mañana escribió con sus manos en la tierra, y con sus
dedos otra forma de dibujar con las
simientes una futura producción en esos huecos con los que se ayudaba
a enraizar la confianza. Con el calor del fuego cubriendo la habitación se imaginó a sí mismo
como un mago que sostiene el lápiz de los deseos, unos que labran el campo y otros que se forjan en quimeras.
Y para celebrar ese descubrimiento, se llenó un vaso de vino hasta el borde y brindó por la próxima recogida. Quiso bebérselo de una vez y se
atragantó con una palabra llena de astillas
que se había colado de un mal pensamiento. Tal era la asfixia y el dolor punzante en el
pecho que se marchó al hospital. Una vez
allí, después del reconocimiento, una
enfermera se acercó y le comunicó que habían hallado su
problema, le iban a extraer la palabra incrustada y en su lugar lo iban a curar
con esperanza.
Encarni Fernández Sánchez
Escritora que escribe en el aire, toda una suerte hacerlo así, él en su continuo vaiven, arrastra hasta quien te conocemos un manantial de bellas palabras. Palabras cercanas y amigas. Que nunca se nos queden incrustadas aquellas que no nos pertenecen, siempre quede el poso de la esperanza.
ResponderEliminarYa hace unos días que nos conocemos, pareciera toda una vida, gracias.
Un beso.
Siempre un placer leerte, pero que difícil resulta para los que intentamos aprender de ti cuanto escribes. Un privilegio haberte encontrado y compartir momentos contigo. Saludos.
ResponderEliminarQué bonita tu, vestida de Indalo... Muy bueno Encarni.
ResponderEliminarUn beso desde tu tierra.
¡Me ha encantado, bello...!
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