lunes, 4 de noviembre de 2013

RESERVA

Fernando Fabián Escribano Bravo


"Nací en Madrid entre gente sencilla y universal; de ahí cogí el mundo. Trabajé en Toledo, en una empresa de telecomunicaciones, donde lo importante era el compañerismo. Viví en La Rioja, donde el trabajo y la riqueza de la tierra me acercaron a la Naturaleza. A la vuelta, aquí en Jaén, entre la sobriedad del olivo, y la alegría del agua, empecé a escribir lo que me sucede, y a rimar compartiendo el corazón con una ciudad generosa. Aunque vivo en Andalucía, aun no tengo Wasap; algo que suele utilizar mucho el pueblo andaluz."




INOCENCIA

Fulanita (la cuñada del tío de mi hermana) ha dado a luz. A mi no me gusta ir a molestar a la gente cuando está en el hospital, sobre todo si está recién operada. Hay personas que se matan por llegar los primeros. (Mi cuñado Pablo, sea quien sea el que esté ingresado, es el primero en llegar. Por el camino, seguro que va pensando como justificar estar allí tan pronto. Suele decir: estaba cerca, somos amigos, y si no se cuidan las amistades...).
Yo prefiero esperar y verlos en casa, algo más restablecidos.

Mi pareja se empeñó en ir a ver a la niña. Unos decían que era muy fea, otras que era un amor, y yo hubiera preferido no tener que opinar. Pero allí estábamos, un montón de personas mayores, asomadas a una cuna, y profiriendo toda clase de bendiciones (incluso alguna mostraba deseos antropófagos, que pensándolo bien, daban miedo).

Fui advertido de varias formas, maneras, y en momentos diferentes del día, de que tuviera cuidado, pues la fulanita en cuestión, era muy aprensiva, y conociendo mi trayectoria familiar, lo menos que podía pasar era que la liara delante de la pobre niña, que como era nueva, no me conocía aún. Prometí comedirme más allá de mis posibilidades.

En la cuna había una niña pequeña, morena (tirando a negruzca), peluda, con la nariz chata, y ojos redondos y fijos. No miraban a ningún sitio, pero se fijaban. Inocencia querían poner a la pobre criatura. Cuando todo el mundo empezó a alabar a la recién llegada, me mantuve a la espera de mi turno. (Me di cuenta que existen adjetivos especiales, que nunca le dirías a nadie que se pudiera defender por sí mismo). La cosa es que se iban acabando los cumplidos, aunque cada persona repetía el suyo varias veces, y añadía el que había repetido la persona anterior.

Cuando llegó a mi pareja, comenzó a decir un montón de palabras que nunca había oído yo en casa, (imagino que las habría buscado en el diccionario para quedar bien). La madre que la había traído al mundo estaba pendiente de mi apreciación (seguro que había sido avisada por espías). Mi pareja dijo: es un encanto, y me miró. (La mirada era de advertencia, casi letal, envuelta en una sonrisa traicionera). Era mi turno, yo no quería repetir lo que tantas veces le habían dicho a la nueva, y en un alarde de originalidad y de inocencia le dije (con la mejor sonrisa que en esas circunstancias se puede poner) ¡Qué mona! (Aún duermo en el sofá).

Fabián Madrid


Más relatos en el Blog Cuentos, historias y otras menudencias.


4 comentarios:

  1. ¡Me gusta mucho éste relato pues en realidad más de una vez nos hemos visto en ésta situación y... no sabes qué decir.. jejeje!

    ResponderEliminar
  2. ¡Me gusta mucho éste relato pues en realidad más de una vez nos hemos visto en ésta situación y... no sabes qué decir.. jejeje!

    ResponderEliminar
  3. Acabo de comprobar que no solo los andaluces tienen "Wasap". Compañero Fernando,,todo un placer compartir el gusto por las letras.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Como le decía a Cristina, me ha encantado como te describes, conocerte más. El relato es genial, muy divertido y una situación que creo muchos hombres vivimos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar