lunes, 29 de julio de 2013

PERFILES

  Cristóbal Encinas Sánchez

"Nací en Arbuniel, en julio del año 54. Con varios años de edad ya me interesaba por la música. En la escuela  me acerqué a la literatura. Ya en mi juventud, en 1972, empecé a escribir poemas de amor, de soledad y de ausencias. Me gustaba hablar de mis sentimientos y eso hacía sentirme con capacidad de comprensión, de saber un poco lo que les podría pasar a los demás.
Me presenté a un certamen literario con una larga ristra de poemas y conseguí un tercer galardón. Esto me dio confianza. Acabados mis estudios, me casé y me fui a Barcelona a trabajar. Entonces, dejé de escribir. Posteriormente, lo retomé cuando me prejubilé en mi empresa. Ahora vendrían  unos años en los que la lectura, en la Biblioteca Pública de Jaén, tendría una importancia decisiva en mis actividades diarias, asistiendo a nuestro club de lectura  semanalmente.

Desde hace cuatro años participo en una taller de escritura creativa. En este último año, hemos formado la Asociación Literaria Café de Palabras. Los componentes tenemos la ilusión del aprendizaje y de analizar nuestros textos para mejorarlos."


             


EL PERRO VENGADOR  (Capítulo II)                                                                               
      Relámpago, después de haber salido del pueblo huyendo en dirección a la montaña,  oyó ladrar en un cortijo próximo a uno de sus congéneres. Olisqueó y percibió un hedor que no le gustó. Un hombre andrajoso, de edad avanzada, que se había plantado ante el gran portón metálico desvencijado,  se agarraba a sus oxidados hierros. Con los brazos apoyados, descansaba contemplando el precioso jardín interior y los frondosos árboles  que lo enseñoreaban.  Él los había plantado y se sentía rejuvenecer ante la visión reconfortante. Transcurridos unos segundos apareció la cabeza de un perro blanco con un aspecto fiero y unos dientes perfectos para dar una dentellada al  intruso, traicioneramente. Al hombre no le dio tiempo a pensar lo que se le venía encima. Le mordió en el huesudo metacarpo de su mano derecha y, al tratar de retirarla, aparecieron  cuatro incisiones rojas. El dolor era inaguantable, pero no se le escapó ni un lamento. El estruendoso golpe se oyó cuando el cuerpo del animal dio contra la chapa del portón, y llegó hasta los oídos del amo de la finca. Se encontraba sentado en el porche y decidió acudir a ver cuál era la causa de aquel estropicio. Observó al perro acechante tras la puerta y lo llamó: ¡Lagarto! El obediente animal corrió a saludarlo. Presentaba varias manchas de sangre en el hocico. El amo, intranquilo, miró hacia el camino, por entre las cañas de bambú,  y vio alejarse ligero a un hombre de aspecto miserable que se volvía  con los puños apretados,  despotricando y haciendo mohines con vehemencia. Trató de llamarlo para que volviera y poder socorrerlo, pero el escarmentado, aligeró más todavía el paso. Probablemente, le era conocido y no quisiera reanudar temas ya olvidados.                                                           
    Aquel  viejo había sufrido en su  carne la misma agresión que otros padecieron al acercarse a pedir limosna, en otra época en la que él fuera el propietario y, tranquilamente, observara desde su alcoba cómo huían los que osaban aproximarse.  
  Relámpago, sentado en un promontorio, se percató de que allí se repartían unas rosquillas que no le eran apetitosas, por lo que optó por seguir buscando su felicidad por el camino hacia el frondoso río. 
 Cristobal Encinas Sánchez

                                                                       

Más relatos en el blog 'Germinar'

viernes, 12 de julio de 2013

RESERVA


Sara Gómez Martínez
Jaén


"Creo recordar que fue a los diecisiete años cuando empezó a apasionarme la literatura, en clase de lengua. Fue mi profesor que con los ejercicios que nos mandaba- como por ejemplo- crear una historia e inventar personajes, fue lo que suscitó en mí la pasión por la escritura. Mi madre me contó una vez que cuando yo era pequeña me quedaba mirando anonadada los estantes de libros y cuadernos. Así que creo que desde un modo u otro, la literatura siempre ha estado en mi vida.

Con el paso del tiempo comencé a escribir poesía, relatos y cuentos. Gané un concurso de micro relatos en el año dos mil nueve. He participado en dos talleres de escritura. Uno de ellos fue en la biblioteca pública de Jaén, impartido por la asociación literaria Lapislázuli ; el otro taller fue online, cuyos profesores fueron los escritores: Carmen Posadas y Gervasio Posadas. En dos mil doce escribí mi primer libro (Aún no está publicado)

Actualmente escribo relatos y tengo un blog dónde los publico. También participo  en otro blog que versa sobre erotismo. Ahora participo en un taller literario llamado “ Café de palabras” lo cual he de decir que me siento muy orgullosa y feliz. El compañerismo es estimable y compartimos esa maravillosa pasión hacia la escritura. Nos apoyamos mutuamente y opinamos sobre lo que escribimos.

Aún estoy como quién dice (subiendo peldaños) y espero con todo mi corazón escribir durante el resto de mi vida."



CORAZÓN DE ACEITUNA



Solo se oye susurrar al viento. Los campos de cosecha son mi hogar y me regalan las caricias anheladas que trae la brisa del norte. Las montañas que dibujan el horizonte esconden un mundo que desearía descubrir. Soy un palo de madera, vestida con harapos viejos y ajados, y un sombrero de paja. Tengo el don de sentir todo lo que me rodea. Fue ella quien me creó: Dorothy, ella, mi ángel, mi Dios. Una preciosa chiquilla que tiene estrellas dentro de los ojos. Sus manos a veces acarician mi piel de madera. Su padre, un hombre enjuto, es un saco de huesos y me clavó en este terreno insípido.

Unas cortinas blancas y lisas sopladas por el viento revolotean como alas de pájaro. Tras la ventana está ella, probablemente soñando la vida que anhelo. El padre de Dorothy ara la tierra con el tractor. Parece cansado, se sienta a mi lado, huele a tabaco y a trigo, y casi puedo oír el fuerte latido de su corazón. Envidio el motor tan maravilloso y esencial que late dentro de él. Me gustaría tener uno. Él me mira, se relame los labios secos y se despide diciendo: hasta pronto amigo.


Observo los mirlos reposando sobre las tejas rojas de la casa. Todos los días, Dorothy juega a mi lado. Se sienta con sus rodillas huesudas y me cuenta lo triste que está. Solo la escucho porque no tengo boca para contestarle. Tan solo poseo estos dos ojos que son botones y la miran con adoración. A veces, el viento del oeste trae consigo arranques de furia y me tambaleará.


Creceré algún día y seré una montaña de madera partida. Tampoco puedo llorar, reír, hablar... ni puedo acariciar las sonrosadas mejillas de Dorothy.
No puedo correr, ni conocer la libertad más allá de aquellas montañas. Pero me conformo con ver transcurrir el tiempo, oír como trinan los pájaros y encuentran apoyo en mis hombros. Veo a Dorothy viniendo hacía mi para hacerme compañía y darle vida a este corazón que es tan solo una aceituna arrugada que colocó ella bajo mi ropa para que así pareciese que yo tenía ese trozo de vida.


                          Sara Gómez Martínez 

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